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En el mapa sudamericano de remesas, Ecuador emerge en 2025 como el país de mayor crecimiento, con una expansión proyectada cercana al 21 %, muy por encima de sus vecinos Colombia, Chile o Perú, señalan datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

El fenómeno no es nuevo, pero sí su magnitud e implicaciones económicas y sociales. Este desempeño se explica, en gran medida, por la historia migratoria ecuatoriana. Entre las décadas de 1990 y 2000, el país vivió una de las mayores oleadas migratorias de su historia contemporánea.

Las cifras del Banco Central del Ecuador (BCE) confirman el dinamismo de estos flujos. En 2024, el país recibió USD 7.000 millones en remesas, un incremento del 24 % respecto a 2023. Con ese ritmo de crecimiento, la autoridad monetaria prevé que los envíos se sitúen en torno a los USD 8.680 millones al cierre de 2025, lo que implicaría un nuevo máximo histórico para la economía ecuatoriana.

La crisis económica, el desempleo y la inestabilidad empujaron a miles de familias a buscar oportunidades en Estados Unidos, España e Italia. El resultado fue la formación de sólidas diásporas que, hasta hoy, sostienen una de las redes de remesas más activas de la región. Lo que en un comienzo se vio como un síntoma de crisis terminó convirtiéndose en un pilar estructural de la economía nacional.

Hoy, las remesas representan una fuente vital de ingresos para millones de hogares y actúan como un amortiguador económico clave. Más allá del alivio financiero directo, dinamizan sectores esenciales como la construcción, la agricultura, la ganadería o los servicios locales.

En 2020, por ejemplo, el sector agrícola ecuatoriano creció un 2,5 %, impulsado en parte por la demanda de consumo sostenida por las remesas, mientras que la construcción —más sensible a los ciclos económicos y a la inversión— experimentó una contracción del 12,4 %.

Un contexto regional en transformación

Las remesas en América Latina y el Caribe llegarán en 2025 a un récord de alrededor de US$ 174.400 millones, US$ 11.700 millones más que en 2024. Esto ocurre pese a la presión de políticas restrictivas en Estados Unidos, como las impulsadas por el expresidente Donald Trump, y pese a la incertidumbre que genera el impuesto del 1 % a las remesas que entrará en vigor en 2026.

Hasta ahora, los flujos han demostrado que los migrantes han respondido con más envíos y montos mayores, especialmente en Centroamérica.

Centroamérica y el Caribe muestran incrementos importantes (20,4 % y 9,2 %, respectivamente), aunque México —el principal receptor histórico— experimentará una caída del 4,5 %, atribuida al “efecto base”: en 2024 el tipo de cambio favoreció envíos excepcionalmente altos, difíciles de replicar en 2025.

Aun así, México se mantiene como el mayor receptor regional, con más de US$ 61.800 millones. Le siguen Guatemala, Colombia y Honduras, cuyas diásporas recurrieron incluso a sus ahorros durante los primeros meses del año para apoyar a sus familias. Honduras (26 %), Guatemala (20,2 %) y Nicaragua (18,2 %) lideran el crecimiento centroamericano.

Sudamérica: Ecuador destaca en un escenario diverso

En Sudamérica, el aumento de las remesas está estrechamente vinculado a la mejora en la participación laboral de migrantes en Estados Unidos y Europa. Dentro del bloque, el BID proyecta que los mayores crecimientos en 2025 serán los de Ecuador (21 %), Guyana (6 %) y Colombia (3,1 %).

Aunque estas cifras contrastan entre sí, revelan las diferentes realidades migratorias: mientras Ecuador y Guyana demuestran una dependencia más marcada de estos flujos, países como Chile o Perú experimentan un flujo más moderado y estable.

La distribución de orígenes también presenta matices relevantes. En Sudamérica, solo el 35,7 % de las remesas proviene de Estados Unidos —muy por debajo del 73,5 % de Centroamérica o del 96 % de México—. En cambio, Europa ocupa un rol protagónico, alcanzando el 36,2 %.

No obstante, Ecuador rompe esa tendencia regional: el 67,8 % de sus remesas proviene de Estados Unidos, reflejo de su migración histórica hacia ese país. Casos particulares como Bolivia muestran dinámicas distintas: el 26,2 % de sus remesas proviene de otros países sudamericanos, especialmente Argentina, Brasil y el propio Ecuador.

Dependencia, impulso económico y desafíos futuros

La fortaleza de las remesas en Ecuador plantea oportunidades pero también desafíos. Para los hogares receptores, estos ingresos seguirán funcionando como una inversión que estimula el consumo y mejora la calidad de vida. Para la economía, representan una inyección capaz de mover sectores productivos, dinamizar pequeños emprendimientos y sostener el tejido social en tiempos de incertidumbre.

Sin embargo, la dependencia creciente de estos flujos abre interrogantes sobre su sostenibilidad, especialmente ante políticas migratorias restrictivas o impuestos como el que regirá en Estados Unidos en 2026.

Ecuador se consolida en 2025 como el país sudamericano que más crece en remesas, un reflejo de la fuerza de su diáspora y de la importancia creciente de estos envíos en la economía nacional. Lo que comenzó como una consecuencia de crisis económicas pasadas se ha transformado en un componente esencial del presente y, muy probablemente, del futuro económico ecuatoriano.

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